Cuando el cuerpo habla lo que la mente calla: una mirada al trauma somático

Cuando el cuerpo habla lo que la mente calla una mirada al trauma somático

“No sé qué me pasa, pero mi cuerpo está tenso todo el tiempo.”

“Siento un nudo en el estómago, pero no tengo palabras.”

“Parece que mi ansiedad vive en el pecho, no en la cabeza.”

Hay momentos en los que el cuerpo no solo acompaña una emoción: la expresa, la grita o la sostiene cuando no puede salir de otro modo. Esta es una invitación a escuchar lo que el cuerpo intenta decirte cuando tú ya no puedes explicarlo.

¿Qué es el trauma somático?

El trauma no es solo lo que nos pasó. Es lo que quedó congelado dentro cuando no pudimos procesarlo.

Y eso que quedó atrapado… el cuerpo lo recuerda.

El trauma somático se refiere al impacto del trauma en el cuerpo físico: tensión muscular crónica, dolores persistentes, problemas digestivos, fatiga extrema, disociación corporal, dificultad para respirar con profundidad. Son huellas, no invención.

Como dice Bessel van der Kolk: “El cuerpo lleva la cuenta”.

¿Por qué el cuerpo guarda lo que la mente bloquea?

Cuando una experiencia supera nuestra capacidad de afrontamiento, el sistema nervioso activa una respuesta automática de supervivencia (lucha, huida o congelación).

Si no podemos completar esa respuesta (porque no fue seguro, no hubo espacio, o simplemente éramos muy pequeñas), la energía queda atrapada.

Esto se traduce en:

  • Movimientos interrumpidos
  • Sensaciones físicas inexplicables
  • Estados de alerta sin causa aparente
  • Desconexión con el propio cuerpo

El cuerpo como mapa emocional

Muchas veces el cuerpo lleva mucho tiempo hablándonos:

  • Dolor de estómago ante ciertas personas
  • Migrañas que aparecen tras discusiones
  • Insomnio después de eventos emocionalmente intensos
  • Tensión mandibular crónica

No todo síntoma físico tiene origen emocional, pero todo lo emocional se siente también en el cuerpo.

Recuperar la seguridad corporal

Sanar implica volver a sentirnos seguras dentro de nosotras mismas.

No se trata de forzar al cuerpo, sino de acompañarlo a su ritmo. De dejar de verlo como el enemigo y empezar a reconocerlo como un aliado que ha sostenido lo insoportable.

Pequeños pasos para reconectar

  1. Explora tu respiración: sin juicio, sin corregirla, solo obsérvala.
  2. Movimiento consciente: estiramientos suaves, balanceo, caminar sin prisa.
  3. Contacto con texturas agradables: una manta suave, una piedra, una planta.
  4. Nombrar lo que sientes: incluso si es “no sé”. El cuerpo agradece la validación.
  5. Espacios de silencio y presencia: donde no tengas que hacer nada, solo estar.

Conclusión

El cuerpo no es un obstáculo. Es un lenguaje. Uno que quizá nadie te enseñó a escuchar, pero que siempre ha estado ahí.

No estás exagerando. No eres débil. Tu cuerpo está contando una historia que necesita ser atendida.

Y cuando empezamos a escucharlo… algo dentro comienza a descansar.

Referencias

  • Van der Kolk, B. (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria.
  • Levine, P. A. (1997). Waking the Tiger: Healing Trauma. North Atlantic Books.
  • Ogden, P., & Fisher, J. (2015). Sensorimotor Psychotherapy. Norton & Company.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tabla de contenidos